"(...)la efectividad política de lo poético (y lo literario en general) es escandalosamente limitada, al menos ante las escenas de destrucción que se repiten en la historia humana. La literatura y las plegarias, las crónicas y las movilizaciones no alcanzan. Son absolutamente insuficientes ante las máquinas de guerra. No obstante, como prácticas sociales específicas, contribuyen a la necesaria articulación de una promesa colectiva sino de reconciliación, al menos de pacífica coexistencia social. Desde luego, nada de ello anuncia una sociedad sin conflictos, pero señala una dirección distinta para gestionarlos.
En suma, subestimar estas aportaciones finitas pero valiosas es renunciar a nuestra capacidad de intervención crítica en las condiciones del presente, sea en términos individuales como grupales. Detrás de ese renunciamiento lo que se esconde es el sacrificio propiciado por los intereses -más o menos espurios, más o menos inconfesables- de nuestros mandatarios.(...)"
"(...) que cuestionemos de diversas formas los discursos legitimistas, aunque no alcance para desmontar esas máquinas, puede erosionar su eficacia desmovilizadora, limitada a significar la guerra como una fatalidad, un camino inexorable ante el presunto mal absoluto del Otro. Es dar batalla simbólica a la lógica de la guerra; es luchar contra la reducción de todas las luchas ideológico-políticas a la gramática del enfrentamiento militarizado (incluso el que invoca, practicando el terrorismo de estado, la guerra contra el terror). (...)"
"(...) Nuestra escritura, sin embargo, no se contenta con escribir: quiere derrotar nuestra pasividad, triunfar sobre la desactivación de la protesta que no se consuela con quedarse en sola protesta, cuestionar la separación de poesía y vida social, imaginar otras respuestas deseables, sumarnos como ciudadanos a una lucha simbólica (pero no menos real) ante la que nuestra impotencia es síntoma de la radical concentración de las decisiones públicas, de la enajenación de los estados con respecto a una parte significativa de las sociedades que dicen representar (al menos, en el contexto de las democracias representativas). Y es, también, síntoma de nuestro deseo de no querer participar en la guerra como espectáculo mediático, de resistirnos a presenciar de forma silenciosa la masacre generalizada, de negarnos a aceptar la reducción del crimen a una estética siniestra, que no duda en embellecer las tecnologías de la destrucción, de reactivar nuestra sensibilidad ante tanta muerte naturalizada.(...)"
"(...) Ante las maquinarias humanas de producción de desgracia que operan en lo cotidiano y que, en el contexto presente, se estructuran sobre los flujos maquínicos del capitalismo, la literatura no debe limitarse a cantar a una felicidad que aparece como una experiencia efímera. También tiene que mostrar todo aquello que estas maquinarias –que constituyen al ser humano como engranaje- imposibilitan u obliteran. Y ese acto de mostrar, a través de la crítica a las injusticias históricas, la indagación abierta y la ensoñación misma, nos ayuda a seguir confiando en la posibilidad humana de auto-transformación, basada en un proyecto de autonomía individual y colectiva. Porque si hay algo que la poesía no debe perder es su capacidad para interrogar aquello que aparece como evidente.(...)"
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