viernes, 9 de mayo de 2008

En memoria de los fantasmas urbanos



En una ocasión tuve la enorme suerte de entrevistar a una excelente mujer que dirige una casa de acogida para presos de permiso en el barrio valenciano de Nazaret. Me contó el drama, desconocido y cruento, por el que atraviesan los inmigrantes que salen de prisión después de haber sido encarcelados, con razón o sin ella - más de los segundos que de los primeros -.

No recuerdo sus palabras textuales, pero sí la expresión que utilizó para referirse a ellos: los llamó 'fantasmas urbanos'. Deambulan por las calles de Valencia, atrapados entre unas murallas inexistentes, en una cárcel de la que no pueden salir y en la que tampoco pueden vivir. Fichados ya por la policía, con una estancia en la cárcel, los papeles no son más que un sueño que se ha ido por el retrete de la civilización.

La mayoría son africanos.Tampoco pueden regresar a su tierra: "Es el orgullo, ¿sabes?" Muchos salieron para poder mantener a una familia entera, incluso a una tribu, pagaron su pasaje entre todos con la esperanza de que sus ojos perdidos, esas miradas llenas de tierra que adornan las paredes de los bares con conciencia, encontraran un presente digno. Dignidad. No, no pueden regresar.

Vagan sin rumbo pidiendo trabajo, rompiéndose la espalda y la dignidad cada nuevo sol, ese sol de su tierra, porque ni siquiera les llega con lo que les pagan (los empresarios españoles, sí, esos) para vivir ellos... Y para poder enviar los cuatro chavos a su familia comen de lo que les llevan los que dejaron de dar pescado a los gatos del barrio, caminan descalzos, duermen bajo el puente, en el río,... duermen no, dormían. Ahora más que nunca son 'fantasmas urbanos' porque la policía se llevó sus mantas el verano pasado, sus escasas pertenencias, apenas nada. Un suspiro de vida.

Hoy, me han enviado esta fotografía. Es un placa que alguien que tiene memoria, que no les olvida, que sabe que los espíritus existen y están en Valencia, ha mandado grabar y ha clavado en el suelo de la desesperanza. A orillas del Turia. La foto es un testimonio, es la placa, el recuerdo, porque el pedazo de metal seguro que lo quitarán, como robaron también sus almas impidiéndoles compartir el cielo con nosotros.

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