miércoles, 21 de abril de 2010

Cosas con las que me encuentro. Uberto Stabile y Alfons Cervera

Ando preparando a estas horas de la noche la rueda de prensa con la que mañana, un buen grupo de amigos celebraremos la existencia de Uberto Stabile y su incansable lucha por mantener viva la red que une a las editoriales independientes, los artistas insurrectos y los proyectos que no casan con este mercado tan nuestro, y en ese preparar y buscar y redactar, he dado con las palabras que el escritor valenciano, Alfons Cervera, dedicó a Uberto en 2008 (curiosamente un 25 de enero, día de mi cumpleaños) a propósito d ela antología 'Maldita sea la poesía'. Mañana Alfons lo hará en directo: le pedimos desde El Dorado que fuera la voz de Uberto en la rueda de prensa ya que no lo podemos clonar y es Alfons, sin duda, el amigo, compañero, camarada y lector más adecuado para hacerlo.

A Alfons le encantó la idea de ser el "ventrilocuo" de Uberto y contar a los periodistas valencianos que tengan a bien acercarse a la Feria del Libro, qué es eso de Edita que monta un valenciano exiliado a Huelva desde hace la friolera de 17 años y que se ha convertido en el encuentro de ediciones independientes, artistas y proyectos alternativos más importante de España y latinoamérica.




Pero ya nos advirtió que, sobre todo, va a hablar de Uberto, de la persona, el escritor, el agitador cultural para que a ver si así, de una vez por todas y para siempre, en Valencia empiezan a decirse en voz bien alta cuáles son los nombres reales, no virtuales ni de papel couché, que marcan la geografía de nuestras vidas, de nuestra cultura.


Y, digo todo esto, mientras se me queman las pechugas en la cocina, porque no he podido reprimir la apasionada tentación de deleitarme en las palabras de Alfons, descansar mis hombros entre sus comas y ahora, compartirlas con vosotros... Se me hace la boca agua ante la perspectiva de escuchar mañana a Alfons en vivo y en directo hablarnos de Uberto, de él, de aquellos tiempos y de estos en los que un montón de locos hemos recogido el testigo de Uberto y nos hemos liado a montar cafés-librería a lo largo y ancho de Valencia (En dos años han abierto cafés librerías en Valencia en todos los barrios: Benimaclet, Russafa, El Carmen, Abastos,... y esto no ha hecho más que empezar) Se me hace la boca agua porque dentro de exactamente una semana estaré preparando las maletas para cruzar España con una decena de compañeros poetas valencianos y respirar Edita de nuevo.


 Foto: Poema visual de Antonio Gómez dedicado a Uberto Stabile con motivo del Premio Náufrago 2008 de el Dorado-MAE y la Asociación Poética Caudal.

Os dejo ya con el texto de la revista La Otra. De verdad, imitarme: respirad hondo, dejad lo que estéis haciendo y sentid...

Uberto Stabile
MALDITA SEA LA POESÍA
ALFONS CERVERA

No sé cuántas veces he hablado de los libros de Uberto. Seguro que casi tantas como poemas lleva publicados. Más de mil. Ya sé que exagero. Pero es que Uberto es una exageración. En todo. Escribe, vive, viaja, lee, dirige la Casa de Cultura en Punta Umbría, quiere a sus amigos. Para todo eso, sobre todo para querer a los amigos, se necesita una cantidad inaudita de tiempo. No sé de dónde lo saca. Sabemos, eso sí y muy bien, dónde lo mete. Ahí están las huellas que va dejando del paso de ese tiempo, la plusvalía afectiva que como dice Ángel Petisme derrocha Uberto allá donde se encuentra.
Una vez vivió en Valencia. Tenía una librería cuando yo lo conocí: hace de esto más o menos veinticuatro años. Una exageración de años. Como dice Benedetti, hay conmemoraciones que es bueno revivir. Siempre que regresa Uberto a Valencia nos juntamos para revivir algo: el tiempo, que no es nunca el mismo. Ya digo que él tenía una librería, creo que con Ignacio y Clara. Estaba en la Calle Cavallers, esquina con esa otra que lleva hasta la plaza del Negrito. Barrio del Carmen. Años ochenta. Como leer y beber son almas gemelas, cortaron la librería en dos pedazos y la gente acudía allí a comprar libros y a beber. No es una exageración -esto no- pensar que la gente acudía más a lo segundo que a lo primero. Total: que los dos pedazos se convirtieron en uno solo. El bar, evidentemente, le ganaba la partida a la librería. Bueno, la verdad es que los libros no desaparecieron del todo de aquel antro. Los llevábamos bajo el brazo quienes empezábamos a emborronar folios con los poemas primerizos, con las novelas que mostraban tanta indocilidad como torpezas, con las ganas de contarnos unos a otros que la vida es más vida cuando se vive por las noches, que la vida que se vive por el día no es vida sino una emboscada.
Así pasaba el tiempo. El café Cavallers de Neu era una concentración de actividades a destajo. Todos los días de la semana había algo: presentaciones de libros, lecturas, hasta cabaret llegó a haber algunas noches porque al final el pequeño escenario servía para todo. Luego el tiempo hace de las suyas y lo pone todo patas arriba. La ciudad de Valencia empezaba a desguazarse culturalmente, se convertía en pequeñas taifas, la gente empezó a regresar a los cuarteles de invierno. La diáspora. Un día José María se fue a Noruega porque allí estaba Sonia. Y allí sigue. Con el frío de la hostia. Con sus estudios de la literatura de la memoria. Nos cruzamos noticias. Nos vemos cuando viene algunas veces. Cuando todo se iba poco a poco volviendo más o menos monótono, Uberto también se fue. Era -como él mismo dice de una chica en uno de sus poemas más hermosos- “un lujo para esta ciudad”. Y era ésta una ciudad que no estaba por la labor de reconocer determinados lujos. En otra parte, a Uberto se le hubiera levantado una estatua. Aquí se le cursaban -a él y otros como él- invitaciones para la huida.
Uberto Stabile
Uberto Stabile
Uberto se fue a Huelva. Dejaba atrás tantos años de trabajo, tantos libros, tanta actividad cultural que era como si de repente la ciudad se convirtiera en un boquete donde iban a parar las ilusiones de la gente. Los libros, los amigos, el humo de los bares: fue como si todo eso se hubiera ido con Uberto al sur, a inventarse una identidad nueva, lejos de la parafernalia urbana que tomaba el relevo de los viejos tiempos. Nos fuimos cada uno por su lado. A escribir. A no escribir. A ver qué pasaba en la orilla desconocida, donde los días ya no eran una emboscada: o si acaso, no más emboscada que las noches. Cavallers de Neu ya no existe. No sé qué hay ahora allí. Me cuentan que no queda nada de entonces. En casi ningún sitio queda nada de lo de antes: quizá sólo la manta negra de los obispos cubriendo de mierda el territorio hermoso de la libertad. Eso sí que viene de antes, de cuando no había nacido Uberto Stabile.
El tiempo no es sólo contarte en un poema cómo te vistes para salir a buscar en un taxi al amor de tus sueños mientras llueve: si quieres contar eso como una experiencia alucinante es que eres gilipollas. Has de contar también qué arañazos te deja en la piel la metralla de lluvia y cómo antes esa metralla ha dejado la plancha del auto como un coladero, y seguramente habrás de contar también que la poesía no sirve para contar otra experiencia que no sea la de una vida llena de agujeros. ¿Cómo puede devenir Rodrigo Rato en un poema? Por ejemplo. Quizá sí: para que el poema se ensucie con la coloración marrón de la ignominia. Digo ese nombre pero podría añadir bastantes más: esos amos del mundo globalizado. Casar el amor que espera la llegada del taxi con los agujeros de la metralla y con la ignominia de Rodrigo Rato ya es otra cosa. Tal vez, aunque a muchos les parezca raro, un poema de los que a algunos amigos míos les gusta escribir para mostrarnos a quienes los leemos que la poesía no se hace con sangre -como decía Baroja de las malas novelas- sino con sangre y goterones de lluvia y bombas que dejan tullida la dignidad del mundo.
Desde que le conocí anda Uberto escribiendo poemas. Sin parar. En casa hay media estantería con sus libros. Si vierais: hay libros, libritos, plaquettes cosidas casi a mano, folios que parecen impresos en aquellas viejas vietnamitas de cuando la vida pensábamos que iba a ser otra cosa tan distinta. La otra media estantería está llena de poetas que a Uberto le gustan, de los que saca las citas que encabezan sus versos, de esos poetas que te hacen feliz cualquier regreso urgente a la poesía para que no se te coma el horror de la peor literatura que te venden como la de más éxito. Hoy también es eso: el éxito se obtiene desde el acomodo, desde la complacencia, desde la aceptación como inevitable el desbarajuste moral que imponen los que mandan.
La poesía -la de Uberto y la de tantos otros- no es placidez sino desasosiego, no es ombligo sino extrarradio, no es sólo un sueño sino el sueño que se enreda persistentemente en la riña contra lo imposible: “la utopía, ese lugar de la memoria que habito con orgullo”, escribe Uberto en El corazón del tiempo, uno de los poemas espléndidos de Empire eleison, el libro de poemas que publicó hace ocho años y donde están algunos de los que llenan el libro que hoy presentamos. Es precisamente Maldita sea la poesía uno de esos poemas. No es fácil meterte entre el pecho y la espalda de la poesía que imponen las modas. Aquella utopía de la que hablaba hace un instante se ha perdido en el bazar de los destinos fallidos, increíblemente sumidos en el cambalache abrupto del sistema, de un sistema que desarbola la dignidad del planeta y la convierte en ese sumidero moral que es el mundo devenido en espectáculo: la vida, dicen ellos, es la vida sin el polvo y la paja que enturbia la tranquilidad. Vale la vida que se muestra por encima del dolor, como hacen los telediarios. Esa vida vale, ésa, la del compromiso con los lenguajes de la distancia, nunca de la disidencia. Palabra maldita ésta, como la poesía que cuenta Uberto en su libro menudo lleno de grandezas. He leído estos poemas como los leí siempre: con la seguridad de que siempre hay un cuchillo dispuesto a agrandar con su filo las dimensiones de la belleza: desgarrándola. Es la poesía que me gusta. La que me gustó desde el día, hace ya la friolera de veinticuatro años, en que sin conocerlo de nada y como un crío cagado de miedo entré en la librería Cavallers de Neu y Uberto me dijo que había leído De vampiros y otros asuntos amorosos, aquel libro primero y mío, tan lleno de inseguridades y ningún recelo, porque no hay recelos ni cautelas cuando uno es apenas más que menos un recién llegado.
Aquel día fue el inicio de la amistad implacable que hoy todavía dura. La amistad que Uberto deja en las dedicatorias de todos sus libros, de todos. Como en ese Empire eleison que antes comentaba: “Para Alfons, desde el corazón insurrecto, desde la más sincera amistad”. Eso pone en la primera página en blanco. Y si me gusta lo de la amistad, más todavía me satisface y me llena de orgullo por ser su amigo y él mío lo del corazón insurrecto. Ésa, al cabo, es la poesía de Uberto, la de la insurrección, la del granizo sobre la tabla rasa de la complacencia. Ése es su autor, alguien que no para de ir de acá para allá sin perder un palmo de su tiempo, el de antes, cuando los años que os contaba al principio de bares y madrugadas infinitas, y el de ahora: juntos los dos en la memoria que sale en sus libros de poemas. Sus mil libros de poemas hollando su memoria, que muchas veces es la nuestra. Porque al cabo, seguramente también es Uberto ese acopio de vidas propias y ajenas que nos van construyendo hacia lo que somos, seguramente es todavía -y así lo sigo viendo muchas veces- aquel “enorme niño recordando” , como decía para otras cosas Raúl Núñez en un poema tremendo que hablaba de sueños y naufragios.
Valencia, 25 de enero de 2008


Poética
Escribo poesía porque no sé escribir música. Si algún Dios se hubiera apiadado de mí antes me hubiera concedido el don de interpretar los sonidos de la naturaleza. Expulsado de ese Paraíso me dedico a escribir poemas como un proscrito en busca de la música perdida.
Los míos, mis temas, son los de a pie, los temas universales, los temas del día a día, los del hombre y la mujer que me rodean, los del tiempo que veo pasar y me sobrepasa, los temas del heme aquí y ahora, los de siempre, ni más ni menos, esos mínimos versos cotidianos que hablan de lo que me urge y añoro, el debe y haber de quién prefiere morir soñando que vivir dormido.
En el escenario de mi poesía actúan de la mano el tiempo fugitivo y el amor cumplido, la delincuencia del deseo y todas las contradicciones que hacen de mí, un ser político y caótico. Creo en el amor como fuente de toda resistencia y entrega, metáfora de cuanto singular y plural convive dentro de mí. Es el intermedio entre lo divino y lo humano, esa razón que me libra de ser sólo una razón de ser. El amor aligera las maletas del tiempo, y escribe la música de mis olvidos.
Me preocupa el mundo en el que vivo, el lugar dónde lo habito y el amor con que lo hago. Son mis ojos los de un niño que no deja de sorprenderse frente a la turbadora armonía de la naturaleza humana. Me interesa más la emoción que la perfección, el duende que el príncipe, el milagro que la fe. Sólo así puedo entender que un poema de amor se convierta en un acto radical, de resistencia, de compromiso con la realidad y más allá, de compromiso con las ideas, con los sueños, con las utopías.

No requería el paraíso

No requería el paraíso
jardines sostenidos
ni hélices para soñar.
Poseían nuestros actos
la sencilla consistencia de la rosa
y heridas justas para la espina.
Nadie reclamó nuestra inocencia
cuando furtivos cazábamos
en el bosque de la emoción.
Alimentamos el hambre de Dios
con el pecado de nuestra carne
como alimenta la loba
su voraz camada en la guarida.
Ahora residimos cautivos del miedo
en la morada prohibida del deseo,
envejecidos por el hambre
bajo la mirada del ángel caído.
Sin palabras
nos entendemos,
y hemos aprendido a conocer
las cosas por su ausencia

Marlboro Filter Cigarettes

Enciendo el último cigarrillo con delicada complacencia
uno de los actos más cotidianos del siglo veinte,
entreteniéndome en valorar la desigualdad del amor
en tiempos de crisis.
Alrededor de la pequeña espiral de humo
la densidad de un día brumoso y aburrido
me recuerda la frágil esencia de la poesía contemporánea,
el desasosiego de los afectados por el deseo.
La levedad del tabaco consumido
evapora el carmín de tus labios
y reconstruyo, simulador de arquitecto
la certidumbre del dolor cumplido:
consumir con sabor amargo la pálida nicotina
de tus acentuados desplantes
y el extraordinario parecido con Ava Gadner
cuando decides olvidarme
esa imposible sentencia del corazón
para fumadores empedernidos
veni vidi vinci Marlboro Filter Cigarettes”.

Me alegro de estar borracho

Me alegro de estar borracho
necesito estar borracho
para decirte que estoy con los vencidos
que deliberadamente he trazado planos de tu cuerpo
donde sabotear el desánimo y proclamar el caos.
Me alegro de estar borracho
como una vaca en un campo de coles
cantando a coro con Boris Vian y Tom Waits
tendido en el sofá frente al televisor
mientras veo los tanques atravesar Moscú
y mis soldaditos de plomo invaden tu Plaza Roja.
Pero antes de proclamar el Estado de Excepción
quiero decirte que esta borrachera
no se cura con balas ni café,
que tu rubia bandera no me asusta
ni me duelen tus caderas.
Me propuse no mirarte
por no despertar el viejo diablo de mi piel
y ahora estoy tan ciego que no encuentro
ni las llaves, ni el coche, ni la casa.
Lo hice porque me enamoré de ti
y no tengo miedo de perderte.

Exigencias de la edad

Dicen que lo último que se pierde es la esperanza,
pero si ya has perdido el sentido del humor,
¿de qué te sirve la esperanza?
Te doblo la edad
duermo la mitad de horas que tu
fumo tres veces más
gano cada día la paciencia que tu pierdes a diario,
y aún piensas que somos almas gemelas.
Después del amor siempre llega el sueño
y mientras tu roncas yo devoro cigarrillos,
tu ansiedad tiene un límite
la mía un final.
Cuando pierdas el sueño
descubrirás que el amor es siempre
otra cosa,
lo que para ti es un mito
para mi es sólo una leyenda.
Es la edad la que no perdona
no admite créditos, devoluciones ni transferencias,
podemos compartir una vida
pero de la muerte nos tendremos que reír a solas.

Vidas rebeldes
Ningún camino de flores conduce a la gloria”
Jean de la Fontaine
Cuando era más joven pensaba que ser libre era ser libre
algo así como no tener obligaciones ni compromisos,
nada por lo que vivir, nada por lo que morir
rebelde sin causas conocidas.
Años más tarde descubrí que alguien
tenía que tirar la basura todas las noche,
porque la vida y la casa empezaban a oler mal,
como huele uno cuando crítica todo cuanto no es.
Años más tarde descubrí entre la basura que tiraba
el dulce aroma de mi propio hogar
tu ropa sucia, mis fotografías
los juguetes viejos de los niños
y esa llave que nunca supe lo que abría,
pero ya había perdido la casa
y tuve que reconstruir la esperanza
mucho más lejos de dónde estaba calculado.
Ahora, cuando cada noche salgo a la calle con mi bolsa de basura
y aprovecho el paseo para encender ese cigarrillo que despierta
los perros del vecindario
y los veo en sus casitas encendidas consumir la vida,
me doy cuenta que en la oscuridad
era más fácil ser libre.

Jack Kerouac, Pocahontas y yo

Íbamos Jack Kerouac, Pocahontas y yo
camino del sur en mi vieja furgoneta escuchando
John Lee Hooker en la radio
Despeñaperros pa´ bajo y algo más en el cuerpo
cuando recogimos al estudiante colombiano
haciendo autoestop en la gasolinera de Bailén
con un master en geología y dos piedras de hachís en el bolsillo,
contando historias de Manu Chao y las FARC
y el estado de sitio y una muchacha de Cáceres que le prometió el amor
y se quedó con todos sus travelcheques como recuerdo.
Íbamos, digo, camino del sur desentonando a coro al Camaron
palmeando sobre el salpicadero de la Nissan
creyéndonos libres y soberanos en un país que no reconocemos
ni quiere reconocernos,
cuando vimos la luna sobre la ciudad de Córdoba y suspiramos
como si fuéramos niños de plata en un jardín prohibido,
y nos cogimos de la mano porque en un momento todos fuimos indios
como Pocahontas, Moctezuma y nuestro amigo colombiano,
indios en una reserva de vino, ceniza y hechizos,
y conjuramos al futuro para que nos fuera propicio
y el futuro se nos hizo de pronto irreversible, irreverente, irrevocable.
Y tuvimos que enterrar en una sola noche
a los amigos que habían muerto desbocados, de amor
de velocidad, de locura, de la vida misma que ahora nosotros
en el umbral del siglo reclamamos desde la memoria.
Como pasajeros de un poema sin destino
íbamos Jack Kerouac, Pocahontas y yo
camino del sur encañonando con insolencia
la sien plateada y sospechosa de una Europa limpia
ordenada y preparada para repeler el hambre que nunca
nos dejaron reclamar.


Uberto Stabile nace en Valencia en 1959. Cursa estudios de Historia del Arte en la Universidad de Valencia. En la década de los ‘80 dirige el café-ibrería Cavallers de Neu, la Editorial Malvarrosa y funda la Unión de Escritores del País Valenciano. En los años ‘90 se traslada a Huelva donde coordina las actividades culturales de la Fundación Juan Ramón Jiménez, crea la tertulia y colección lietararia Las Noches del 1900, dirige la Feria del Libro de Huelva y funda la Asociación de Gestores Culturales de Andalucía. Desde 1994 organiza y dirige la revista de poesía Aullido y los Encuentros Internacionales de Editores Independientes bajo el nombre de EDITA. En la actualidad forma parte del consejo asesor literario de la Fundación Caja Rural del Sur y de la Comisión de Cultura de la Federación de Municipios y Provincias de Andalucía. Es además creador y coordinador de los site web www.riepa.org y www.editalter.com. Fundador y director del Salón del Libro Iberoamericano de Huelva desde el año 2007 y del Encuentro hispano – luso de Escritores Palabra Ibérica desde el año 2005. Actualmente trabaja como Director de la Casa de Cultura del Ayuntamiento de Punta Umbría en Huelva.
Ha recibido el Premio de Poesía Ciudad de Cheste (1983), el Premio de Poesía Villa de Alaquas (1985), el Premio Valencia de Literatura, (1987) y el Premio Internacional de Poesía Surcos (1997). Su poesía ha sido traducida al italiano, portugués, búlgado, catalán y francés y se encuentra recogida en numerosas antologías nacionales e internacionales.


BIBLIOGRAFÍA

* En torno a un mar (Poesía) Ed. Cuadernos del Mar (Valencia 1980)
* Distrito marítimo (Poesía) Ed. Cuadernos del Mar (Valencia 1981)
* El estado de las cosas (Poesía) Ed. Fernando Torres (Valencia 1982)
* Hermosas escenas de la noche (Poesía) Ed. Universidad de Valencia (1984)
* Cristina Peri Rossi (Estudio y Antología) Ed. Cuadernos Quervo (Valencia 1984)
* Haikú Romano (Poesía) Ed. Victor Orenga (Valencia 1985)
* El pianista del Metropol (Poesía) Ed. Malvarrosa (Valencia 1985)
* De Kategorías (Poesía) Ed. Diputación Provincial de Valencia (1988)
* Rendez vous (Poesía) Ed. Línea de Sombra (Valencia) 1991
* Las edades del alcohol (Poesía) Ed. Diarios de Helena (Elche 1995)
* Guía de Recursos Literarios de la provincia de Huelva (Documentación) Ed. Diputación Provincial (Huelva 1996)
* Perverso (Poesía) Ed. Ayuntamiento de Coria (Sevilla 1997)
* Los días contados (Poesía) Ed. Diarios de Helena (Elche 2000)
* Empire Eleison (Poesía) Ed. Crecida (Ayamonte 2000)
* Mujeres en su tinta: antología de la poesía de género en Huelva (Estudio y antología) Ed. Caja Rural del Sur (Huelva 2003)
* Diccionario Literario de Huelva (Ensayo) Ed. Diputación Provincial de Huelva (2006)
* Cien días de mayo (Poesía) Ed. Homoscriptum (México 2006)
* Entre Candilejas y Barricadas (Narrativa) Ed. Caja Rural del Sur (Huelva 2006)
* Maldita sea la poesía (Poesía) Ed. Eclipsados (Zaragoza 2007)
* So mais uma vez (Poesía) Ed. Livro do Día (Torres Vedras, Portugal 2007)
* La línea de fuego (Poesía) Ed. Brosquil (Valencia, 2008)
* Habitación desnuda (Poesía 1977 – 2007) Ed. Baile del Sol (Tenerife 2008)
y este año: Tatuaje

1 comentario:

Jesús Ge dijo...

Excepcional y necesario documento.

Gracias, Alicia!