viernes, 14 de noviembre de 2008

Carla hirvió Valencia


Me va a ser muy difícil poner orden en todas las fotos, experiencias y palabras que se han sucedido desde el pasado domingo hasta hace apenas un día: el domingo llegaba Carla Badillo a Valencia. (En la foto: recibiéndola en la estación). No quería dejar de comentar que ha estado aquí, que nos ha hecho hervir, y que hablaré de ella, pero ahora no. Ahora no puedo. Necesito respirar y ordenar... Últimamente no hay ni una sóla experiencia que no marque un antes y un después en mi vida personal y poética, en este caso también profesional porque Carla Badillo es una periodista lúcida. Los cuatro días pasados con Carla (se alojó en mi casa) merecen una crónica más pausada, necesito contaros su mensaje, saber trasladar sus palabras sin desvirtuarlas y para ello, repito, he de respirar. Queden a la espera, pues y tengan paciencia con esta chiquitita (como ella llama cariñosamente) que está perdiendo los ojos en el sueño.

Carla, gracias por compartir conmigo tu alma, abrirla (en canal) y mostrarme lo que Carla oculta (se me ocurre compararte con uno de esos volcanes precisamente, que comparten su fuego sumándose almas a su paso, rocas, los árboles de Valencia y todos sus continentes, poetas, viejitos, chiquititas, familias enteras, más casas, más gentes, paisajes, la luna, un volcán abrazo que erupciona con generosidad y extremadamente - como un gran beso, una larga caricia de lengua-, pero también un volcán que duerme enorme en el horizonte del mundo y calla, y se come su fuego haciéndolo río, lago, fuente íntima y permite a los pequeños pájaros posarse en el borde de su ojo para mirarlos de cerquita, para asomarse a su alma; un volcán que calla, que respira bajo las gentes de la Tierra calentando las plantas de los pies de los niñitos, de los pobres, los trabajadores, los caminantes, los poetas, las mujeres que gritan, las que callan)
Gracias, Carla, por tu viaje, por tu verbo, por tu presencia y tu esencia. Nos vamos a volver a ver muy prontito y es que aún no te has ido y ya te estoy echando de menos, sentiré vacía la casa - que ya es tuya - me faltarás en El Dorado, en el rincón que ya es tuyo y que algún día llevará tu nombre grabado, amarrada a tu universo - que ha querido quedarse conmigo para obligarme a verte de nuevo. Me faltarás en el aire y las hojas continente, en el camino.

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